“El Consulado” junta a la comunidad venezolana a través del arte

Pachanga NYC crea un espacio para llenar el vacío creado por la falta de apoyo institucional a los artistas de Venezuela que residen en la ciudad

El equipo de Pachanga está formado por artistas multidisciplinarios: cineastas, muralistas, diseñadoras y educadores.

El equipo de Pachanga está formado por artistas multidisciplinarios: cineastas, muralistas, diseñadoras y educadores. Crédito: Pachanga NY | Cortesía

En una calle del Upper East Side de Manhattan, donde antes no había rastro alguno de arte latinoamericano, hoy está “El Consulado”, una instalación viva creada por el colectivo Pachanga NYC. No es un consulado común: aquí no hay sellos, pasaportes ni trámites, sino gritos de grillos, colores tropicales, arte, proyectores con historias, y una comunidad que se reconoce entre memorias compartidas.

“Habíamos tenido conversaciones de que queríamos, de alguna forma, un espacio para poder mostrar el arte y cultura de los venezolanos, pero también para colaborar. Y en la ausencia consular que nosotros tenemos, sabíamos que esto era necesario”, contó Alejandra Mandelblum, una de las artistas fundadoras. Desde 2017, los venezolanos en Estados Unidos no cuentan con servicios diplomáticos formales por asuntos políticos entre ambos países.

Desde abajo (izq) Leonardo Zelig, Alejandra Mandelblum, Frahydel Falczuk y Loló Bello, creadores del proyecto. Foto: Ysabella Escalona

Leonard Zelig, cineasta y cofundador del proyecto, recuerda cómo la ausencia de una estructura que represente a los artistas venezolanos fue un impulso para crear.

“Cualquier artista migrante, especialmente aquí en Nueva York, tiene una embajada, un consulado, una maquinaria que lo representa. Aquí los artistas migrantes de todos los países tienen sus grupos, sus mega consulados y embajadas que los mandan para todo el mundo. Aquí a los venezolanos no les pasa eso”, explicó Zelig.

La inauguración de “El Consulado” fue emotiva. No solo por el arte expuesto, sino por los sonidos que tocaron una fibra profunda en muchos asistentes. 

Murales, pinturas y esculturas, entre otras manifestaciones artísticas, se pueden apreciar en El Consulado./Foto: Ysabella Escalon

“Uno de los regalos del espacio es que nos demos cuenta desde que entramos que había un hilo musical. Pusimos lo de los grillos y era casi imperceptible. Pero tú entrabas y al rato te dabas cuenta. Dos personas se pusieron a llorar solo al acordarse de cómo sonaba Caracas”, relata la arquitecta Frahydel Falczuk, quien también formó parte de la creación de “El Consulado”.

Un proyecto en movimiento

A diferencia de una galería estática, “El Consulado” está en constante movimiento. Desde proyecciones de videoarte hasta talleres abiertos y encuentros espontáneos, el espacio crece y se transforma cada semana.

“Ha sido como abrir un portal. Artistas en Venezuela, artistas de moda, un artista venezolano en París. Es enriquecedor para los que estamos acá y para los que están allá”, comentó Loló Bello, artista multidisciplinaria y cofundadora del proyecto.

Muestra del trabajo artístico de Alejandra Mandelblum./Foto: Ysabella Escalona

El camino para levantar El Consulado comenzó con una convocatoria pública de la organización ChaShaMa, que ofrece espacios temporales para artistas en Nueva York. 

“Hicimos la aplicación. Fue súper larga porque esas cosas son trabajosas, pero la verdad es que el trabajo que todos ya teníamos fue lo que realmente ayudó a que la aplicación quedara blindada. Cuando uno la leía, era como: esta propuesta es perfecta. ¿Quién le dice que no a esto?”, recordó Leonard Zelig.

Cuando finalmente recibieron la confirmación, apenas tenían semanas para instalarse. El 2 de abril entraron por primera vez al espacio vacío: solo había dos sillas plásticas y una mesa plegable. Pero la transformación fue inmediata. 

 “Estábamos demasiado listos para esto. Era el momento perfecto, el grupo perfecto, con las habilidades necesarias y la experiencia previa. Teníamos un concepto redondo, posible de ejecutar, y las herramientas para armarlo todo desde cero”, dijo Bello.

Aunque la mayor parte del público ha sido venezolano, el proyecto ha atraído a vecinos, latinos de otras nacionalidades y curiosos que pasan y se quedan.

 “Nosotros les decimos: ‘Bienvenido a su consulado’, y los artistas se lo toman así. Ya vienen, ayudan, se quedan, y ya son parte de otro círculo”, agregó Bello.

La falta de representación institucional ha generado también una postura clara sobre el valor de crear desde lo propio. 

“La gente nos dice que se nota que este espacio fue concebido por nosotros, que no hay un filtro gringo ni europeo. Es algo que entregó una gente que viene de un sitio, que tiene una necesidad”, comentó Leonard Zelig.

El equipo de Pachanga está formado por artistas multidisciplinarios: cineastas, muralistas, diseñadoras y educadores. Todos, de alguna forma, enseñan o han enseñado, y todos comparten la convicción de que el arte puede ser refugio, motor y hogar.

“Es como un viaje a la memoria, no tanto al país, sino a lo que fue, a cómo crecimos. Y con esa energía creadora, avanzar”, reflexionó Mandelblum, sobre su relación con Venezuela. 

Y aunque el espacio físico, ubicado en 1161 First Avenue, tiene fecha de cierre en junio, el concepto no termina ahí. 

“Aunque ya no tengamos espacio, vamos a mantener la idea viva. El consulado puede ser un happening en la calle, una alianza con otro local, un performance en la playa. Siempre será un punto de encuentro”, añadió Zelig.

En detalle:

Carolyn Roberts muestra unas de las prendas exhibidas. Foto: Ysabella Escalona

Qué: El Consulado- República de Pachanga

Dónde:1161 First Avenue (calle 64)- Manhattan

Cuándo: abierto todos los días hasta el 22 de junio

Más información: pachanga.nyc

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